El sector de la moda en EE. UU. se enfrenta a un gran reto por los impuestos sobre la ropa importada, que eliminan las soluciones anteriores que permitían a las marcas reducir gastos mediante la diversificación de sus fábricas. Esta coyuntura empuja a las marcas a replantear sus tácticas de suministro y su esquema de precios, dado que las opciones convencionales para mantener costos bajos se han restringido debido a la aplicación de tarifas aduaneras generales.
Una alternativa para este inconveniente es la producción dentro del país; no obstante, la capacidad para elaborar ropa en Estados Unidos es muy limitada, calculándose que solo un 2% del total de prendas consumidas localmente se fabrica dentro del país. Esto hace que un incremento significativo en la producción nacional a corto plazo sea casi imposible, ya que no se dispone de la infraestructura necesaria ni del personal calificado para satisfacer la demanda interna. Adicionalmente, los costos de producir en Estados Unidos son notablemente elevados en comparación con otros países fabricantes de prendas, debido a los altos salarios y la falta de experiencia en la industria textil, lo cual incrementa los costos de producción aún más.
Aunque en teoría incrementar la fabricación nacional podría mitigar algunos impactos de los impuestos aduaneros, los expertos del sector indican que, incluso en el mejor escenario, los incrementos de precios para los clientes seguirían ocurriendo. Por ejemplo, una ropa que cuesta 18 dólares fabricar podría enfrentar un impuesto promedio del 38%, aumentando el precio de venta en cerca de 6.84 dólares. Esto se traduce en un incremento potencial de aproximadamente 7 dólares en una prenda que normalmente cuesta alrededor de 90 dólares. Así, los consumidores terminarían soportando los costos adicionales derivados de los aranceles, lo que impactaría la competitividad de las marcas de moda en el mercado de EE.UU.
La opción de trasladar la producción mediante el uso de procedimientos completamente automatizados representa una solución potencial para el futuro, pero esta perspectiva aún no es alcanzable de inmediato. La automatización dentro de la industria textil, si bien tiene potencial, demandaría un alto nivel de inversión en infraestructura tecnológica y en personal calificado, lo que representa un desafío considerable. A corto plazo, las empresas de moda deben enfrentarse a un contexto de costos en aumento y deben tomar decisiones estratégicas sobre cómo manejar sus cadenas de suministro para seguir siendo competitivas. Esto podría incluir la exploración de métodos para mejorar las operaciones logísticas y la revisión de los márgenes de ganancia, lo que podría conllevar a cambios en los precios que las marcas podrían pasar a los consumidores.
Además, los consumidores pueden enfrentar precios más altos debido a la combinación de tarifas arancelarias y los costos de producción más elevados en territorio estadounidense. Esto también podría generar una presión significativa sobre los minoristas, quienes, al no poder absorber completamente los costos adicionales, tendrían que decidir si los trasladan a los precios de venta o si intentan mantener sus márgenes de ganancia reducidos, lo que podría afectar su rentabilidad.